Dracula/ Bram Stoker
Yo permanecí quieto, mirando bajo mis pestañas la agonía de una
deliciosa expectación. La muchacha rubia avanzó y se inclinó sobre mí
hasta que pude sentir el movimiento de su aliento sobre mi rostro. En un
sentido era dulce, dulce como la miel, y enviaba, como su voz, el mismo
tintineo a través de los nervios, pero con una amargura debajo de lo dulce,
una amargura ofensiva como la que se huele en la sangre.
Tuve miedo de levantar mis párpados, pero miré y vi perfectamente
debajo de las pestañas. La muchacha se arrodilló y se inclinó sobre mí, regocijándose
simplemente. Había una voluptuosidad deliberada que era a la
vez maravillosa y repulsiva, y en el momento en que dobló su cuello se
relamió los labios como un animal, de manera que pude ver la humedad
brillando en sus labios escarlata a la luz de la luna y la lengua roja cuando
golpeaba sus blancos y agudos dientes. Su cabeza descendió y descendió a
medida que los labios pasaron a lo largo de mi boca y mentón, y parecieron posarse sobre mi garganta. Entonces hizo una pausa y pude escuchar el
agitado sonido de su lengua que lamía sus dientes y labios, y pude sentir el
caliente aliento sobre mi cuello. Entonces la piel de mi garganta comenzó a
hormiguear como le sucede a la carne de uno cuando la mano que le va a
hacer cosquillas se acerca cada vez más y más. Pude sentir el toque suave,
tembloroso, de los labios en la piel supersensitiva de mi garganta, y la
fuerte presión de dos dientes agudos, simplemente tocándome y
deteniéndose ahí; cerré mis ojos en un lánguido éxtasis y esperé; esperé
con el corazón latiéndome fuertemente.
Pero en ese instante, otra sensación me recorrió tan rápida como un
relámpago. Fui consciente de la presencia del conde, y de su existencia
como envuelto en una tormenta de furia. Al abrirse mis ojos involuntariamente,
vi su fuerte mano sujetando el delicado cuello de la mujer rubia, y
con el poder de un gigante arrastrándola hacia atrás, con sus ojos azules
transformados por la furia, los dientes blancos apretados por la ira y sus
pálidas mejillas encendidas por la pasión. ¡Pero el conde! Jamás imaginé yo
tal arrebato y furia ni en los demonios del infierno. Sus ojos positivamente
despedían llamas. La roja luz en ellos era espeluznante, como si detrás de
ellos se encontraran las llamas del propio infierno. Su rostro estaba mortalmente
pálido y las líneas de él eran duras como alambres retorcidos; las
espesas cejas, que se unían sobre la nariz, parecían ahora una palanca de
metal incandescente y blanco. Con un fiero movimiento de su mano, lanzó
a la mujer lejos de él, y luego gesticuló ante las otras como si las estuviese
rechazando; era el mismo gesto imperioso que yo había visto se usara con
los lobos. En una voz que, aunque baja y casi un susurro, pareció cortar el
aire y luego resonar por toda la habitación, les dijo:
-¿Cómo se atreve cualquiera de vosotras a tocarlo? ¿Cómo os atrevéis a poner vuestros ojos sobre él cuando yo os lo he prohibido? ¡Atrás, os digo a todas! ¡Este hombre me pertenece! Cuidaos de meteros con él, o tendréis que véroslas conmigo. La muchacha rubia, con una risa de coquetería rival, se volvió para responderle:
-Tú mismo jamás has amado; ¡tú nunca amas! Al oir esto las otras mujeres le hicieron eco, y por el cuarto resonó una risa tan lúgubre, dura y despiadada, que casi me desmayé al escucharla. Parecía el placer de los enemigos.
Dracula; Stoker
NOVELA COMPLETA:
http://www.alconet.com.ar/varios/libros/e-book_d/Dracula.pdf
foto: Maritza Mendez
https://photos.google.com/share/AF1QipOXgyPxITNmC3BySRN42RJ5Sp2ugPD08yYVxIhKkvK-g0OgfDTp2TzSSBJ8FGUD7w/photo/AF1QipPFu4YYtUcU9dLdZaWfYe88NFuhIWEZzYH4l9qi?key=M0ZoT3RIaDh4d1ZidEpfRUp0Zi1ydG95eWllbVpR&hl=es
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-¿Cómo se atreve cualquiera de vosotras a tocarlo? ¿Cómo os atrevéis a poner vuestros ojos sobre él cuando yo os lo he prohibido? ¡Atrás, os digo a todas! ¡Este hombre me pertenece! Cuidaos de meteros con él, o tendréis que véroslas conmigo. La muchacha rubia, con una risa de coquetería rival, se volvió para responderle:
-Tú mismo jamás has amado; ¡tú nunca amas! Al oir esto las otras mujeres le hicieron eco, y por el cuarto resonó una risa tan lúgubre, dura y despiadada, que casi me desmayé al escucharla. Parecía el placer de los enemigos.
Dracula; Stoker
NOVELA COMPLETA:
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foto: Maritza Mendez
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